Anhelos

Te entiendo. Yo también he vivido de anhelos pendejos. No porque sean pendejos los anhelos, si no porque de antemano sé que me asestarán un nuevo golpe; de indiferencia, de rechazo, de desamor, de cobardía, de contradicción.

Tal vez hay una justa medida para el anhelo. Un justo límite en la espera y la esperanza. 

Uno que nos permite mantenernos firmes en la fe de lo que sentimos, soñamos, queremos y trabajamos para conseguir; y a su vez nos advierte  con canto de corneta la retirada. Ese momento en que debemos soltar el lazo que nos talla la mano, y dejar ir ese sueño, esa persona, ese momento, ese sentimiento.

Te confieso: he amado sin ser amada, justo cuando he anhelado la calidez de un amor correspondido, en un alguien que me parece espléndido. 

Duele. Duele caminar en retirada y sangrando.

Sin embargo, he decidido no dejar extinguir el amor que siento por alguien. Sí la ilusión. Así que, suelto el anhelo pendejo de a poquitos. No tan de sopetón. Hasta que solo queda el amor. Ese que me permite seguir dándome sin odios, rencores o resentimientos.

Al fin y al cabo, cada uno da lo que tiene para dar.

Al fin y al cabo, el amor es infinito y de eso estamos hechos.

¿Por qué habría de negarlo a quien he amado con tanto anhelo?


Luz Eliam, 2023

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