Son las 4:44 de la tarde y el piloto alista el vuelo. Un ave observa las diversas maniobras del ala metálica preparando al gigante de acero para irrumpir en el cielo despejado. Ella, serena, se mantiene bajo la sombra. Lo sabe. Sus alas son verdaderas. El vuelo es su naturaleza. El cielo, su hogar. ¿Qué podría cambiar cuando inicie el vuelo? Desde arriba ha visto grandes montañas, pequeños retazos de bosque apretujados por cientos de recuadros verdes, amarillos y ocres, y ha saboreado copos de nubes. El pájaro de acero, a contra natura, despega...plagado de órdenes mecánicas y presurizadas. El ave, desprevenida, aún escarba entre la hierba y canta la alegría de un nuevo amanecer. Desde siempre el vuelo le pertenece. Nada que temer. Luz Eliam 15 de agosto 2024